
04/04/2014
Por: Gerardo Jiménez González
La realidad actual nos indica que bajo el capitalismo como sistema económico, los procesos de producción fueron diseñados para obtener una mayor productividad y ganancias, y en tanto no se regulen aplicando las acotaciones necesarias la sustentabilidad del desarrollo se ve cada vez más remota; tal parece que en esta época, la etapa del capitalismo que vivimos, matizada por la ideología neoliberal, nos aleja de esa posibilidad, por ello el significado de la definición del Informe Brundtland transmite más un mensaje ético-filosófico que una explicación científica de los hechos.
Si bien la lógica que rige los procesos económicos determina que la producción sea más rentable para asegurar la continuidad del ciclo capitalista, las ganancias que genera se distribuyen muy diferenciadamente y crean otro problema serio que es un ensanchamiento de la desigualdad social y, por consecuencia, un incremento de la pobreza, como se observa en nuestro país, donde la aplicación de las reformas neoliberales durante las últimas tres décadas agrandaron considerablemente el ejército de pobres hasta alcanzar la mitad de la población nacional.
En resumen, si el desarrollo se basa en una lógica que empuja la economía a producir más, lo cual, no es en definitiva malo, pero cuando los procesos productivos no se someten a regulaciones o si éstas existen no se aplican, entonces el impacto que tendrán será acelerar el deterioro de los recursos naturales, y si a la par la economía tiende a sufrir procesos de concentración de algunas de las actividades más importantes, es decir, más rentables, aumentando con ello la desigualdad social, que en casos como el de México ha sido un factor concomitante con el incremento desproporcionado de la violencia, surge la incógnita acerca de que tan falaz es hablar de sustentabilidad del desarrollo.
¿Significa esto que hemos construido un concepto y con ello un discurso carente de bases objetivas que lo hace inviable, que nos haría suponer que nos estamos haciendo tontos al intentar reproducirlo de una manera más retórica que real? La ciencia está realizando esfuerzos considerables por darle bases objetivas a ese discurso, pero aun cuando esto ocurre vemos que en los hechos el avance se vuelve microscópico, se diluye, e incluso, en el mismo campo científico surgen las controversias cuando la innovación tecnológica es influida por esa ideología que marca los procesos económicos, tal es el caso de los cultivos transgénicos, que parece no haber entendido las enseñanzas negativas de la "revolución verde".
¿Dónde está, pues, el problema? Si bien la ciencia no ha resuelto todos o incluso la mayoría de las cuestiones con alternativas probadas para transitar hacia la sustentabilidad, como sucede, por ejemplo, con las innovaciones tecnológicas en la agricultura con los cultivos orgánicos, o en la industria con las empresas que las aplican para generar cero residuos, es indiscutible que sigue avanzando, aún con sus antítesis mencionadas, lo cierto es que los conceptos, las tecnologías u otros elementos que contiene la sustentabilidad en el desarrollo se ven ausentes.
Quizá el problema consiste en que no hemos sabido comunicar adecuadamente la información referente a esos conceptos y tecnologías, o también que ni siquiera lo hemos intentado lo suficiente, y en eso las universidades y los medios de comunicación, en tanto generadores principales de dicha información y portadores de la misma, deben preguntarse hasta dónde han cumplido su función; obviamente no se incluye en entre ellos a aquellas universidades que no han adoptado la sustentabilidad como paradigma que encuadre la generación y enseñanza del conocimiento basado en ella, o simulen que lo hacen, o que los comunicadores aún no se hayan apropiado de este paradigma, de la nueva cosmovisión del desarrollo y la vida.
En La laguna podemos encontrar ejemplos como sucede con la agricultura, donde desde se cultivan alrededor de 150,000 hectáreas utilizándose aún, de manera predominante, tecnologías convencionales que si bien han vuelto más productiva la tierra y el ganado, su impacto depredador sobre el suelo, el agua, la biodiversidad y el aire es, lamentablemente, severo, de ahí que nos cuestionamos si debemos estar orgullosos de tener la mayor cuenca lechera del país; quizá lo hagamos de manera convencida cuando esta actividad mantenga ese liderazgo basado en su éxito económico sin tanto daño al ambiente y con una mayor distribución del ingreso.
Ante estos hechos, tal parece que el problema central se ubica en niveles socio-culturales y políticos, es decir, entre la cultura que tiene la población, pobre aún en su percepción y visión del desarrollo si éste se ve con un enfoque de sustentabilidad, y no menos pobre entre los políticos que deciden en la lógica del poder en que se ven inmersos y no con una política ciudadana, con una política que enfoque el desarrollo hacia la sustentabilidad, porque ésta tiene que ver con decidir para los gobernados, incluyendo la aplicación de regulaciones en la economía, para los ciudadanos, finalmente cualquier otra versión de la política es, queramos o no, simple retórica.
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